El lenguaje construye inclusión: cómo hablamos de/sobre/a las personas con discapacidad intelectual sí importa
Resumen
Usar un lenguaje adecuado no es sólo un deber ético, es una herramienta imprescindible para avanzar en la inclusión social y laboral de las personas con discapacidad intelectual.
Emplear un lenguaje adecuado cuando nos referimos a las personas con discapacidad intelectual no es sólo una cuestión de corrección, sensibilidad o estilo. Es una cuestión de derechos. De inclusión. De justicia social.
Desde Fundación Futuro Singular Córdoba creemos firmemente que usar una terminología adecuada, respetuosa y actualizada es una herramienta poderosa para construir una sociedad más inclusiva, en la que todas las personas tengan cabida, voz, oportunidades y respeto.
El lenguaje no sólo refleja lo que pensamos. También crea marcos mentales, modela la opinión pública e influye en la actitud colectiva hacia grupos históricamente invisibilizados o discriminados. Así, cómo hablamos de las personas con discapacidad intelectual puede incidir directamente en su inclusión social, educativa y laboral.
Este no es un posicionamiento aislado. Naciones Unidas, a través de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006), reconoce que el lenguaje respetuoso es una condición necesaria para garantizar el ejercicio pleno de sus derechos y su dignidad. Lo dice claramente: “las personas con discapacidad tienen derecho a ser tratadas con el mismo respeto que cualquier otra persona. Y el respeto empieza por las palabras”.
TERMINOLOGÍA ADECUADA
Repasamos algunos principios esenciales que debemos incorporar —todos y todas— a nuestro lenguaje diario:
1. Primero, la persona
No se utiliza el término “discapacitado”, sino “persona con discapacidad”. Ante todo, la persona. Poner el sustantivo por delante del adjetivo no es un tecnicismo: es una forma de reconocer su identidad, su valor y su dignidad por encima de cualquier condición.
2. La discapacidad no es una enfermedad, ni un sufrimiento
No se debe decir que una persona con discapacidad “está malita”, “sufre una enfermedad” o “padece una discapacidad”. La discapacidad no es una dolencia médica ni algo que deba curarse. Este tipo de expresiones perpetúan una mirada lastimera, errónea y reduccionista.
3. Las personas adultas con discapacidad son adultas
Infantilizar —con palabras o actitudes— a personas adultas con discapacidad intelectual es otra forma de negar su autonomía y sus derechos. No son niños eternos. Son personas adultas que toman decisiones, trabajan, participan en su comunidad y deben ser tratadas con la seriedad y el respeto que eso implica.
4. Claridad ante todo: no confundir términos
No se puede usar “diversidad funcional” como sinónimo de “discapacidad intelectual”, porque no lo son. En muchos casos, el afán por evitar la palabra discapacidad ha acabado generando confusión. Nombrar correctamente es también una forma de incluir.
5. No son “pobrecitos”
La compasión mal entendida no ayuda. El “pobrecito” coloca a la persona en una posición de inferioridad, necesidad o dependencia permanente. No lo necesitan. Lo que sí necesitan son entornos accesibles, oportunidades reales, y una sociedad que les reconozca como ciudadanos/as de pleno derecho y dependiendo de la persona, apoyos determinados.
6. Hablar bien es responsabilidad de todos y todas
No sólo de las entidades del sector social. También de las administraciones públicas, las empresas, las instituciones educativas y, especialmente, los medios de comunicación. Estos últimos tienen un papel clave, ya que con su lenguaje pueden derribar estereotipos o contribuir a perpetuarlos. No es una cuestión de forma: es una cuestión de impacto social.
7. Ni víctimas, ni héroes
Las personas con discapacidad intelectual no son víctimas ni superhéroes. No necesitan lástima, pero posicionarlas cómo héroes o heroínas por tener discapacidad intelectual, no les hace ningún favor. Entendamos que todas las personas tenemos nuestras capacidades, limitaciones, habilidades y dificultades.
Hablar bien es respetar. Y el respeto es un derecho de todas las personas.
Usar un lenguaje adecuado no es sólo un deber ético, es una herramienta imprescindible para avanzar en la inclusión social y laboral de las personas con discapacidad intelectual. Es reconocer su lugar en la sociedad. Es abrir puertas. Es dejar atrás prejuicios y barreras invisibles.
Desde Futuro Singular Córdoba seguiremos trabajando para que las palabras dejen de excluir y empiecen a sumar.
Porque cada palabra cuenta. Y cada persona, aún más.