Accesibilidad con nombre y apellido

Marcela Vega Accesibilidad UniversalMarcela Vega Higuera

Licenciada en Arquitectura, Máster en Diseño y Gestión de Exposiciones y Postgrado de Accesibilidad Universal y Diseño para Todos. Estudios que ha combinado con diferentes trabajos en entidades reconocidas en el sector de la accesibilidad y social, así como en empresas de museografía y arquitectura. DEA por la Universidad Pública de Navarra, en el Doctorado de Dirección de Proyectos. Fundadora de Calícrates, consultoría de accesibilidad y diseño para todos, donde destacan trabajos como el Plan Integral de Accesibilidad Universal de los CIEAS (Centros de Información y Educación Ambiental de la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona) y la coordinación de la fase de desarrollo de la plataforma de turismo accesible TUR4all. Es coordinadora y cofundadora del Club de Lectura Fácil de Pamplona. Cuenta con el distintivo de mentora con enfoque de género otorgada por Amedna y ha recibido el Premio Joven Empresario (Accésit Social) y el Premio de Reconocimiento al Trabajo Autónomo en Navarra como mejor experiencia empresarial femenina.

La opinión 

Si comparamos el estado de la accesibilidad hace 15 años, con el momento que vivimos ahora podemos ser muy optimistas, ya que el concepto de accesibilidad está cada vez más extendido.

Hace 15 años al decir que me dedicaba a la accesibilidad nadie me entendía, no es que ahora me entienda todo el mundo, pero la diferencia es sustancial.

Hace 15 años las pocas personas que tenían sensibilidad hacia la accesibilidad, tenían limitado su conocimiento hacia las personas en silla de ruedas y como mucho las personas ciegas.

Hace 15 años no había normativas sobre perros de asistencia.

Hace 15 años las personas con discapacidad intelectual no podían votar.

Así, que en términos generales podemos ser optimistas, sin embargo, con este artículo me gustaría hacer un llamado a la prudencia, pues queda mucho por hacer.

Y es que ese optimismo desbordado por la accesibilidad nos está llevando a engaño y lo más peligroso, a una situación de conformismo o más bien, mediocridad.

Me explico, podemos ver como empresas de reformas anuncian con bombo y platillo que se dedican a la accesibilidad. Sí, es cierto que eliminan escalones e instalan ascensores. Pero, son muy pocas las que además cuidan otros detalles como la altura de los buzones, el peso de las puertas y los pasamanos. Son todavía más escasas las que tienen en cuenta los vídeoporteros, los pavimentos tactovisuales y las alarmas sonoras y visuales. ¿Cuántas incorporan criterios de accesibilidad cognitiva en el diseño del vestíbulo y en la señalización?

Pensemos también en el caso del metro de Madrid, son muchas las estaciones que cuentan con ascensor y en el plano a disposición del público están muy bien señalizadas y se identifican claramente. Pero ¿Habéis probado comprar un billete últimamente?, os invito a hacer el ejercicio, como turista resulta muy complicado, aún sabiendo castellano. Personas que no son turistas, si no residentes también me han dicho que han tenido dificultades.

Otro ejemplo son los hoteles que se venden como accesibles y sí, tienen la entrada a ras del suelo, ascensor y una habitación con un aseo amplio. Pasemos por alto que varios de estos hoteles accesibles tienen errores bien sea en la distribución del espacio, el diseño de las puertas o la instalación de las barras. Sin embargo, ¿cuántos tienen medidas de accesibilidad para personas con discapacidad visual o auditiva?

Y así, podríamos seguir citando ejemplos donde el nombre de “accesible» se otorga sin más. Y eso no está mal de por sí, pero hemos de usar el apellido de esa accesibilidad. Si nuestro establecimiento está completamente preparado para personas en silla de ruedas, entonces podemos decir con orgullo que tiene accesibilidad física.

Si nuestro restaurante tiene carta el braille o audiodescrita, los aseos señalizados con braille y con relieve, podemos decir que tenemos accesibilidad visual.

Si los vídeos de nuestro museo tienen lengua de signos y subtitulado, y tenemos el bucle de inducción magnética en el mostrador de información, entonces podemos decir que tenemos accesibilidad auditiva.

Si contamos en nuestra biblioteca con libros en lectura fácil, los espacios están bien señalizados y la forma en como están los materiales de consulta es fácil de entender, entonces podemos decir que tenemos accesibilidad cognitiva.

Y si hemos tenido esos cuatro factores de manera combinada, es decir que tenemos accesibilidad física, visual, auditiva y cognitiva, entonces podremos hablar de accesibilidad universal.

Ahora, si nos vamos al detalle, no vale cualquier cosa como accesible. Nos encontramos continuamente ejemplos de aseos adaptados que tienen mal situada la barra o simplemente no ha recibido mantenimiento y por lo tanto no se pueden utilizar.

Otros casos son los que nos encontramos con braille puesto en cartelas que no tienen ninguna indicación en el suelo y por lo tanto no se pueden ubicar. Una persona con discapacidad visual no va a tocar todas las paredes y las obras para encontrar el braille.

Textos con el logotipo de lectura fácil, pero que no cuentan ni con las características de tipo y tamaño de letra, mucho menos de contenido.

O cuántas veces vamos a un auditorio que tiene puesta la pegatina de bucle de inducción magnética, pero este dispositivo no está en funcionamiento.

Y así podemos citar ejemplos a diario, recapitulando: la accesibilidad debe ir con su apellido, pero es importante que se gane el nombre. No podemos llamar a cualquier intervención como accesible a la ligera, se han de cumplir una serie de requisitos.

Lo ideal es que trabajemos por la accesibilidad universal, en donde tengamos en cuenta todas las circunstancias y que los entornos, productos y servicios que diseñemos sean de calidad.

Para ello, desde mi punto de vista, es necesaria la participación de las personas con discapacidad, no solo como usuarias, si no también como técnicas y expertas en accesibilidad.

Esto se logra incorporando el diseño centrado en las y los usuarios, donde preguntemos desde el principio las necesidades de accesibilidad.

Además, ya es hora de dar el paso de incorporar personas con discapacidad en el equipo técnico, donde el diseño tenga una doble validación.

Una metodología participativa a priori podría suponer un trabajo más lento, pero nuestra experiencia nos demuestra todo lo contrario. Se ahorra tiempo y dinero y el resultado son muy satisfactorios.

El hecho de que personas con discapacidad lleven la voz cantante es el camino para la verdadera inclusión, que para que sea firme requiere del trabajo en red, compartir conocimiento, experiencias y llegar a consensos.

Basta ya de conformarnos con una accesibilidad huérfana o lo que es peor, una mal llamada accesibilidad. Podemos hacer que los edificios, las calles, los productos que usamos, los servicios que compramos y la forma como nos tratamos, sean de calidad y, en conclusión, tengamos las mismas oportunidades y seamos mucho más felices.