La Salud mental en las familias con personas con discapacidad intelectual y/o del desarrollo

Resumen

Es de vital importancia atender a las familias que conviven con una persona discapacidad intelectual o del desarrollo y trastorno mental asociado, ofreciendo estrategias que aumenten su autocuidado y que permitan conservar tiempo de respiro, conciliar relaciones sociales, laborales y personales.

La salud mental, también, es familiar, y para comprender esta afirmación desarrollaremos a lo largo de las siguientes líneas, ideas que se irán entrelazando para aproximarnos a esta realidad de las personas con discapacidad intelectual y la de sus familias.

Salud mental en las familias

¿Qué entendemos por salud mental?, ¿y qué entendemos por Familia? Aspectos, ambos, clave, de inicio.

Por un lado, la salud mental, de manera amplia la podemos entender como encontrar un equilibrio en todos los aspectos de la vida, físico, mental, emocional y espiritual. Por otro lado, podemos entender la idea de familia como un conjunto organizado e interdependiente de personas en constante interacción, que se regula por unas reglas y por funciones dinámicas que existen entre sí y con el exterior (Minuchin, 1986, Andolfi,1993, Musitu et al 1994, Rodrigo y Palacio,1998).

Desde esta definición, la familia aporta una realidad que va más allá de la suma de las individualidades, más allá de las personas (miembros) que la componen, es decir, supone una realidad más amplia de la suma de sus partes. Esta totalidad se construye mediante los valores, creencias compartidas, experiencias vividas y los rituales y costumbres que se transmiten. De ahí que esta cultura familiar proporcione con el tiempo una identidad de grupo, fortaleciendo el sentido de pertenencia de sus miembros, dando respuesta a sus necesidades de filiación y contribuyendo a la construcción de la propia identidad personal.

La familia lleva consigo una estructura, una organización de la vida cotidiana y una jerarquización de las relaciones entre las distintas personas, incluyendo también unas reglas que regulan las relaciones entre los miembros de la familia y con el exterior.

Cada familia tiene su propia forma de afrontar los problemas de cada miembro y como grupo familiar, siendo que, cada familia, es única y singular.

Respuesta familiar a un problema de salud mental

Según datos de la OMS “Una de cada cuatro personas padece alguna enfermedad mental a lo largo de su vida y, tanto las enfermedades mentales como la discapacidad, vienen determinadas por la interacción de las particularidades biológicas y psicológicas propias del individuo con los factores medioambientales y sociales que les rodean”.

Robert Fletcher señaló hace más de diez años que al menos un tercio de las personas con discapacidad intelectual presentan trastornos mentales, trastornos de la personalidad, o problemas de conducta importantes que requieren atención sanitaria. Actualmente supone un reto abordar este fenómeno ya que hasta los años ochenta se afirmaba que las personas con discapacidad intelectual no tenían capacidad cognitiva para experimentar dificultades de salud mental y que sus problemas eran como consecuencia de su discapacidad, en lo que vino a ser conocido como el “efecto eclipsador”.

Al aparecer un problema de salud mental, el funcionamiento del sistema familiar se ve comprometido; sin embargo, y al igual que cuando enfermamos el cuerpo reacciona y el sistema inmunitario acciona todas sus defensas, el sistema familiar reacciona para hacer frente a esta nueva circunstancia poniendo en juego recursos y estrategias internas y externas para hacerle frente.

¿Cuándo y bajo qué circunstancias puede verse comprometida la salud mental del sistema familiar?

Siguiendo a Fishman (1990), podemos reflejar los siguientes patrones de interacción disfuncional que pueden generar problemáticas en los sistemas familiares:  

Distanciamiento progresivo de las interacciones de miembros de la familia por diferentes motivos y circunstancias. Sirva como ejemplo la toma de conciencia de diferencias insuperables y emociones negativas como celos, rabia, etc.

Excesiva proximidad entre los miembros de la familia, llegándose a anular el yo de cada miembro, no respetando la intimidad ni la autonomía.

Rigidez, que debuta cuando las normas, las rutinas, los roles de cada miembro son inamovibles, incuestionables, rechazando cualquier cambio que va a suponer un claro obstáculo para el funcionamiento familiar.

Sobreprotección: tiene lugar cuando se frenan todas las demandas de autonomía de la persona protegida, generando sentimientos de baja competencia y autoestima. En cierta medida se crea una relación de dependencia mutua entre quien sobreprotege respecto de quien es protegida, y la relación puede desembocar en la anulación de la persona protegida o en la aparición de una crisis cuando la persona que está protegida busca cierto distanciamiento o encuentra otra persona que la proteja.

La negación: supone no reconocer o huir de las relaciones conflictivas, la familia gasta su energía en ocultar el conflicto más que en buscar una solución que sea satisfactoria. Aquí también se incluyen la negación de emociones negativas, como rivalidades entre miembros de la familia, celos, envidias etc.

Por último, el enmascaramiento, que consiste en una grave distorsión de la realidad por medio de pensamientos irracionales, sirviendo de dato ejemplificador, cuando en la obsesión patológica por la limpieza y el orden subyace una inseguridad personal, o sentimiento de falta de afecto.

La salud mental es, también, familiar

Retomando de nuevo la idea inicial La salud mental, también, es familiar”, cobra importancia atender a las familias que conviven con una persona con un cuadro con discapacidad intelectual o del desarrollo y trastorno mental asociado, ofreciendo estrategias que aumenten su autocuidado y que permitan conservar tiempo de respiro, conciliar relaciones sociales, laborales y personales. El apoyo que podemos ofrecer desde diferentes ámbitos profesionales y desde las propias Administraciones estaría en las siguientes líneas:

  • Apoyar, orientar e intervenir con las familias para obtener tratamientos adecuados y hacerles entender y normalizar sus experiencias.
  • Centrarse en las fortalezas de la persona que presenta el trastorno mental y en las de la familia.
  • Obtener información sobre los trastornos mentales y los recursos existentes en la comunidad.
  • Crear un ambiente de apoyo, a mejorar en habilidades de afrontamiento, a resolver sus sentimientos de dolor y de pérdida, a identificar y responder antes los signos de recaída inminente o crisis, a desarrollar expectativas realistas y a mantener un balance que satisfaga las necesidades de todas las personas que, como miembros, conforman la unidad familiar.
  • Y por último, a participar en grupos psicoeducativos y de ayuda mutua, ya que la experiencia compartida tiene la función de desahogo emocional.

Fuentes consultadas:

En enfoque sistémico en los estudios sobre la familia. EspinalI, Gimeno,A. y González F. 

Morentin, R. , Redondo, C., Arias, B. y Rodríguez, J. Estudio sobre personas con discapacidad intelectual y alteraciones de la salud mental. Prevalencia y principales características.

Guía familiar y salud mental. Feafes. Salud Mental Extremadura.

Autora: Lourdes Villatoro. Responsable del Servicio de Atención Comunitaria y Apoyo a Familias.